IoT y agricultura inteligente: un desafío para ingenieros con conciencia social

Franklin Jiménez - CIT - UNLLa agricultura siempre ha sido la base del desarrollo humano. Sin embargo, en pleno siglo XXI, enfrenta desafíos que ponen en riesgo la seguridad alimentaria mundial: el cambio climático, la escasez de agua, la degradación de suelos y el crecimiento poblacional. Ante este panorama, el Internet de las Cosas (IoT) emerge como una de las herramientas tecnológicas más prometedoras para transformar la manera en que producimos y gestionamos los alimentos.

Desde mi experiencia como docente en la carrera de Ingeniería en Telecomunicaciones, considero que hablar de agricultura inteligente no es solo hablar de sensores, redes y datos; es hablar de la responsabilidad que tenemos como ingenieros de aportar soluciones tecnológicas que impacten directamente en la vida de millones de personas.

El IoT aplicado a la agricultura —conocido como AgriTech— permite optimizar el uso de recursos a través de sensores que miden la humedad del suelo, la radiación solar, la temperatura o la calidad del aire. Estos dispositivos, conectados a plataformas de análisis en la nube, brindan información en tiempo real para tomar decisiones más precisas: cuándo regar, cuánto fertilizante aplicar o qué zonas del cultivo requieren atención prioritaria. Esto no solo aumenta la productividad, sino que también reduce el desperdicio de agua y minimiza el uso de químicos, lo cual es vital para la sostenibilidad ambiental.

agricultura inteligente UNL

Los estudiantes suelen sorprenderse al descubrir que la ingeniería en telecomunicaciones puede tener un impacto tan directo en la alimentación del planeta. Pero es justamente aquí donde debemos ampliar su horizonte: un ingeniero no se limita a diseñar antenas o configurar redes, sino que también puede contribuir al desarrollo de un sistema agrícola más justo y eficiente. En países como el nuestro, donde la agricultura sigue siendo motor económico, la convergencia entre IoT y producción agrícola representa una oportunidad invaluable.

Sin embargo, también debemos ser críticos. La implementación de IoT en la agricultura requiere infraestructura de telecomunicaciones robusta, acceso a energía y conectividad rural. Estas condiciones no siempre están presentes, lo que genera una nueva brecha: agricultores que acceden a tecnologías avanzadas frente a pequeños productores que quedan rezagados. Además, el costo de los sensores y plataformas aún es elevado, lo que plantea el riesgo de exclusión de quienes más necesitan estas soluciones.

La universidad tiene aquí un rol estratégico. No basta con enseñar a programar un microcontrolador o diseñar una red de sensores; debemos inculcar en nuestros estudiantes la capacidad de adaptar las soluciones a contextos locales, de pensar en modelos de bajo costo, de integrar conocimiento técnico con sensibilidad social. En otras palabras, el verdadero ingeniero en telecomunicaciones del futuro será aquel que no solo domine la tecnología, sino que logre hacerla accesible para que un agricultor en una comunidad rural pueda beneficiarse de ella.

IoT en la agricultura no debe verse como un lujo tecnológico, sino como una necesidad ética y social. Estamos frente a una generación que tiene la oportunidad de conectar no solo personas, sino también campos, cultivos y comunidades. Y esa conexión, si se hace con visión humana, puede ser la clave para garantizar la seguridad alimentaria en un mundo cada vez más desafiante.